En un bastión socialista que podríamos equiparar, por su hegemonía durante décadas en el poder, con el del Partido Nacionalista Vasco en Euskadi, el Partido Popular, haciendo un llamamiento a la «serenidad y la moderación», ha alcanzado unos resultados de mayoría absoluta, inimaginables hace unas semanas, y ni mucho menos hace unos años, donde el Partido Socialista parecía inamovible del poder.
Sin embargo, tras las últimas elecciones autonómicas celebradas durante los últimos años, el PSOE ha cosechado importantes derrotas, mientras el PP ha alcanzado importantes resultados en comunidades como Madrid, o en menor medida en Castilla y León, aunque lo ocurrido en Andalucía marca, sin lugar a dudas, un punto de inflexión en el ciclo de la política nacional, no sólo por el lugar en el que se produce, históricamente socialista, sino por cómo estos resultados pueden reflejarse en el ámbito nacional, suponiendo una caída sin paliativos en el número de diputados socialistas, en favor de los populares.
El optimismo en el PP es latente, donde además muestran su satisfacción por haber sido capaces de «absorber» buena parte de las expectativas de VOX, y quedando ante el electorado como una opción útil de gobierno en solitario, fagocitando aún en mayor medida las expectativas de los de Abascal.
Algo está cambiando también en los últimos meses, desde la llegada de Alberto Núñez Feijóo, en las relaciones del PNV con el PP, dados los acercamientos «verbales» de los jeltzales, y las menciones de éstos al «posible cambio de ciclo» en el conjunto de España. Por todos es sabida la buena relación personal de Iñigo Urkullu con Feijóo, y la «relativa comodidad» de los nacionalistas vascos con el discurso y la moderación del dirigente gallego.